Todavía sangraban. Los años 80 y las consecuencias de la dictadura no terminaban de cicatrizar en Argentina, dolían mucho. Quizás sea por eso que Quinteto de Buenos Aires, un policial que tiene como protagonistas a aquellos días, solo pudo haber salido de la pluma de un español, Vázquez Montalbán. El mismo escritor prologó Crónica de una desaparición, el libro de una abuela de Plaza de Mayo, que sin ser ficción comparte con Quinteto la misma temática: la búsqueda de una niña perdida en manos de la dictadura.
“Qué sabes tú de Buenos Aires? Ni pesimista ni optimista, la voz de Carvalho contesta: Tango, Desaparecidos, Maradona”. Con esos datos, Pepe Carvalho, detective, cambió por unos días su Barcelona por una Buenos Aires marcada por la tortura y los desaparecidos. Cuentas bancarias numeradas, destinos ocultos, modus operandi nazis: esos son los ingredientes que componen buena parte del recetario de los años argentinos, llamados “de reorganización nacional”, a los que debió enfrentarse el detective. Como buen duro, Buenos Aires o, como él la llama, “la capital del sentimiento”, no le era desconocida. Apenas pisó esta tierra, le pidió a un taxista que lo lleve a “Corrientes, tres, cuatro, ocho...” las primeras líneas de A media Luz, su tango preferido*, que alude a un próstibulo elegante, situado en el centro de la ciudad y del que ya no quedaban rastros, sólo los versos hechos tango.
Debido a que, además de ser detective y ex agente de la CIA, Carvalho se describe a si mismo como “marxista-leninista, fracción gourmet”, su segunda escala por la ciudad siguió los dictados de su maestro: “Sólo se conoce un país cuando se come su pan y se bebe su vino”, decía Marx y Carvalho pasó a la praxis. Enfiló hacia la Costanera, en busca de un restaurante donde se pudiese comer “en argentino”. La investigación lo llevó después a recorrer la ciudad, a través de sus laberintos, “en los que Borges aparece en cada vuelta de la esquina como un convidado de piedra en todos los imaginarios de Buenos Aires.” Junto a las huellas sembradas por el gran escritor argentino, Pepe encontró las de otros poetas marcados a fuego por la historia de esos días: Juan Gelman, entre otros, ya buscaba por entonces a su nieta desaparecida.
Pero mientras trabaja, como buen mortal, Pepe tiene que llenar panza y alma. En las bolsas de las compras carga bacalao, tomates, entrañas, morcillas, un buen vino argentino y libros que, según su costumbre, irán a alimentar el fuego, porque, a su decir, “después de haber leído libros durante cuarenta años de mi vida, los voy quemando porque apenas me enseñaron a vivir”. Las próximas brasas contendrán a ¿Quién mató a Rosendo? del escritor y periodista desaparecido Rodolfo Walsh; Las Venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano; Los muchachos peronistas (¿habrá ardido la versión escrita de la famosa marchita o un casette grabado por Hugo del Carril?); las Obras Completas de Borges; Adán Buenosayres, de Marechal; No habrá más penas ni olvido, de Osvaldo Soriano y Flores robadas en los jardines de Quilmes, del escritor y ex ministro menemista Jorge Asís.
El caso avanza y también la degustación. El siguiente plato probado en tierras americanas llevará un nombre con mayúscula: Asado. Comida ritual, atravesada por la cultura, porque al decir del propio Carvalho: ...“ves en La Pampa una vaca... La matas. Te la comes cruda. Todos te señalarían: es un bárbaro, un salvaje. Ahora bien. Coges a la vaca, la matas, la troceas con sabiduría, la asas, la aderezas con chimichurri. Eso es cultura. El disimulo del canibalismo”. El sustento literario del asado será el Manual del asador argentino, de Raúl Murad (en realidad el apellido es Mirad, y alude a un autor que a pesar de su éxito editorial, aún sigue siendo un misterio para el público nativo). Este es uno de los pocos libros que el detective salva del fuego. Degustado el asado, la trama continúa hacia su resolución. Mientras tanto, los dramas argentinos aun siguen sangrando como carne jugosa. Por eso, en estos pagos esperamos la visita de Pepe Carvalho para que cocine su próxima investigación. Claro que esta vez el detective deberá reemplazar la parrilla por cacerolas, nuestro nuevo método culinario... de exportación.
Raquel Rosemberg, periodista gastronòmica del suplement Ollas & Sartenes del diari Clarín i de les revistes de gastronomia El Conocedor i Tintos & Blancos; també publica a la revista especialitzada en crònica negra Pistas. Buenos Aires, Argentina
“Qué sabes tú de Buenos Aires? Ni pesimista ni optimista, la voz de Carvalho contesta: Tango, Desaparecidos, Maradona”. Con esos datos, Pepe Carvalho, detective, cambió por unos días su Barcelona por una Buenos Aires marcada por la tortura y los desaparecidos. Cuentas bancarias numeradas, destinos ocultos, modus operandi nazis: esos son los ingredientes que componen buena parte del recetario de los años argentinos, llamados “de reorganización nacional”, a los que debió enfrentarse el detective. Como buen duro, Buenos Aires o, como él la llama, “la capital del sentimiento”, no le era desconocida. Apenas pisó esta tierra, le pidió a un taxista que lo lleve a “Corrientes, tres, cuatro, ocho...” las primeras líneas de A media Luz, su tango preferido*, que alude a un próstibulo elegante, situado en el centro de la ciudad y del que ya no quedaban rastros, sólo los versos hechos tango.
Debido a que, además de ser detective y ex agente de la CIA, Carvalho se describe a si mismo como “marxista-leninista, fracción gourmet”, su segunda escala por la ciudad siguió los dictados de su maestro: “Sólo se conoce un país cuando se come su pan y se bebe su vino”, decía Marx y Carvalho pasó a la praxis. Enfiló hacia la Costanera, en busca de un restaurante donde se pudiese comer “en argentino”. La investigación lo llevó después a recorrer la ciudad, a través de sus laberintos, “en los que Borges aparece en cada vuelta de la esquina como un convidado de piedra en todos los imaginarios de Buenos Aires.” Junto a las huellas sembradas por el gran escritor argentino, Pepe encontró las de otros poetas marcados a fuego por la historia de esos días: Juan Gelman, entre otros, ya buscaba por entonces a su nieta desaparecida.
Pero mientras trabaja, como buen mortal, Pepe tiene que llenar panza y alma. En las bolsas de las compras carga bacalao, tomates, entrañas, morcillas, un buen vino argentino y libros que, según su costumbre, irán a alimentar el fuego, porque, a su decir, “después de haber leído libros durante cuarenta años de mi vida, los voy quemando porque apenas me enseñaron a vivir”. Las próximas brasas contendrán a ¿Quién mató a Rosendo? del escritor y periodista desaparecido Rodolfo Walsh; Las Venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano; Los muchachos peronistas (¿habrá ardido la versión escrita de la famosa marchita o un casette grabado por Hugo del Carril?); las Obras Completas de Borges; Adán Buenosayres, de Marechal; No habrá más penas ni olvido, de Osvaldo Soriano y Flores robadas en los jardines de Quilmes, del escritor y ex ministro menemista Jorge Asís.
El caso avanza y también la degustación. El siguiente plato probado en tierras americanas llevará un nombre con mayúscula: Asado. Comida ritual, atravesada por la cultura, porque al decir del propio Carvalho: ...“ves en La Pampa una vaca... La matas. Te la comes cruda. Todos te señalarían: es un bárbaro, un salvaje. Ahora bien. Coges a la vaca, la matas, la troceas con sabiduría, la asas, la aderezas con chimichurri. Eso es cultura. El disimulo del canibalismo”. El sustento literario del asado será el Manual del asador argentino, de Raúl Murad (en realidad el apellido es Mirad, y alude a un autor que a pesar de su éxito editorial, aún sigue siendo un misterio para el público nativo). Este es uno de los pocos libros que el detective salva del fuego. Degustado el asado, la trama continúa hacia su resolución. Mientras tanto, los dramas argentinos aun siguen sangrando como carne jugosa. Por eso, en estos pagos esperamos la visita de Pepe Carvalho para que cocine su próxima investigación. Claro que esta vez el detective deberá reemplazar la parrilla por cacerolas, nuestro nuevo método culinario... de exportación.
Raquel Rosemberg, periodista gastronòmica del suplement Ollas & Sartenes del diari Clarín i de les revistes de gastronomia El Conocedor i Tintos & Blancos; també publica a la revista especialitzada en crònica negra Pistas. Buenos Aires, Argentina
*Compuesto en 1925 por Carlos César Lenzi: Corrientes, tres, cuatro, ocho / Segundo piso, ascensor / No hay porteros ni vecinos / Adentro: cóctel de amor / Pisito que puso Maple / Piano, alfombra y velador / Un teléfono que suena / Una vitrola que llora / Viejos tangos de mi flor / Y un gato de porcelana / Pa’que no maúlle al amor...
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada